miércoles, 22 de agosto de 2012

Necesidad innecesaria.



 Y un día  te levantas por la mañana temprano, con una sonrisa en la cara.

Estás cansada, tienes mucho que hacer, pero no puedes evitar cambiar esa leve  y ladeada sonrisa involuntaria. 

Él tiene la culpa. Él, y tu nefasta forma de querer controlarlo todo. De intentar planear hasta lo que sientes. 

-¿Ahora qué?- Piensas mientras desayunas tu rutinario café.  Todavía hueles a él, incluso si cerraras los ojos aún sentirías  su calor. 

No sabes cómo pasó. Te has dejado engañar por la libertad del verano; por sus ganas de vivir y tu facilidad para soñar. 

Pero esta calurosa estación va a llegar a su fin, y no puedes evitar preguntarte qué pasará. 

Pretendes congelar tu corazón al ritmo pausado del tiempo, enlazarte al olvido sin esfuerzo.

Sin embargo, esta vez no es como las demás. Hoy tuviste dudas. Lo que sientes te encanta tanto como aterra. 

Tienes tantas ganas de volverlo a ver como de olvidarlo todo. Y ni siquiera sabes por qué. 

Porque no puedes saberlo todo; ni adelantar tu cuerpo antes de avanzar tus pies. 

Tal vez ahora dejes de estudiar de tu vida cada segundo. Quizás, te haga falta ese descontrol  y esa inseguridad  de ti misma que tanto odias. 

Es posible que aprendas a vivir con tu pánico. 

O que él tenga que acostumbrarse a tu locura.