Seguro que has tenido más de una vez, la imperiosa necesidad de exigir una seguridad, una estabilidad emocional. Etiquetar tus sentimientos.
En realidad, siento que esos límites son fruto de nuestro miedo. De no estar seguros de nosotros mismos. Estableces unas normas que sabes que debes acatar, y ni siquiera estás seguro de cumplirlas si no existen.
Al menos, así me siento yo. Desconfío tanto de mi propio comportamiento que me obceco en introducir limites a quien esté conmigo. Cuando la primera que los incumple soy yo.
Lo peor de ello es que lo justifico con acciones que él solo en mi imaginación no realiza. Digamos que creo una expectativa difícil. Conforme se va alejando de ella, yo me deslizo entre lo que debo hacer, y lo que le pedí que no hiciese. Y mi conciencia se calla cuando la convenzo de todo ha sido provocación suya.
Y entonces llega el momento, en el que bifurco mi mente y pienso...¿ Merece la pena exigir siempre un equilibrio?